La educación comparada es la “[c]iencia de la educación que estudia las relaciones que se establecen entre la sociedad y la educación escolarizada a través de la proyección, organización, puesta en práctica y valoración de las políticas y los sistemas educativos.” [1] y su objetivo fundamental es el de “encontrar las semejanzas y las diferencias en determinadas esferas y modelos de la educación, o en su conjunto, en diferentes contextos históricos y nacionalidades.” [1]
De esta forma y como su nombre lo indica, la educación comparada se basa en la premisa de comparar sistemas de diferentes escuelas, universidades, localidades, regiones, países, etc., en virtud de lograr una retroalimentación que permita mejorar y de cierta forma estandarizar. Los promotores de este sistema consideran que la comparación puede generar contribuciones únicas, críticas y significativas en el sistema y la comunidad de educadores que forman parte de este. [2] Aun así, es necesario tener en cuenta que la comparación por sí sola podrá mostrar las diferencias, pero desde ahí queda un enorme camino por recorrer para analizar estos resultados y generar las recomendaciones necesarias, es decir, es un proceso más extenso y complejo del que se puede inferir a partir de su nombre.
La historia de la educación comparada es extensa y compleja. Particularmente existen diferencias importantes sobre su origen. Algunos autores consideran que la educación comparada se inicia desde los griegos y ha sido modelada principalmente a partir del pensamiento europeo y norteamericano. [3] En general, estas posturas occidentales han mantenido un particular interés en los datos duros o cuantificables que faciliten la comparación. [3] Este hecho tiende a condicionar la investigación a la existencia de dichos datos, lo que hace más difícil el estudio de países e instituciones que no cuentan con dicha información, como suele suceder en América Latina y África; por ejemplo.
La búsqueda por precisión es un debate que se ha dado durante siglos, siendo tan antiguo como la educación comparada en sí misma. [4] Dicha precisión se dificulta por factores como la heterogeneidad que caracteriza a los diferentes centros de formación alrededor del mundo y las barreras propias del lenguaje. [5] Por eso es importante cuidar que no se formulen estándares de evaluación que respondan a la normalidad construida por la mayoría, perjudicando casos únicos o excepcionales. Esta es una de las cuestiones más debatidas en la educación comparada. Se ha llegado a entender como un esfuerzo por medir lo inmedible que termina por asociarse estrechamente con la gran desigualdad que existe actualmente en el campo educativo; [4] así como en tantos otros aspectos de la sociedad.
Más recientemente, la búsqueda por una comparación precisa se ha convertido en una gran exigencia por parte del mercadeo que protagoniza muchos de los sistemas educativos universitarios que compiten por reclutar nuevos estudiantes. [6] Gracias a la globalización que ha caracterizado las últimas décadas, la elección de un centro educativo universitario suele estar cada vez menos vinculado al tema geográfico. Los potenciales estudiantes suelen comparar las casas de estudio a través de diferentes rankings, en un intento por entender las bondades de cada uno y muchas veces sin conocer las condiciones de valoración establecidas por cada uno de estos rankings. Esta nueva necesidad ha llevado a preguntarse ¿cómo puede medirse la excelencia educativa y cuáles son los factores que participan en la construcción de esta excelencia? [6]
Tal vez uno de los puntos centrales de esta búsqueda tiene que ver con la consideración del contexto. Debido a las marcadas diferencias contextuales, son pocos los estudios comparativos que cuentan con una metodología que les permita tomar en consideración tal variedad. [5] Lamentablemente, la mayoría de las comparaciones se realizan partiendo de un modelo idealizado de sistema educativo en el que suele ser difícil considerar, entender y ahondar en estas diferencias. En este sentido, la teoría de la educación comparada debería evolucionar hacia un sistema más globalizado que se ajustara a las realidades que superan los límites nacionales actualmente. [7] Para lograrlo, es necesario incluir factores que van más allá de la educación propiamente dicha, como los hábitos, los recursos, los diferentes actores y las políticas educativas que modelan los sistemas nacionales. [7]
No se puede perder de vista que la intención central de la educación comparada es aprender de otros sistemas, es decir, de sistemas potencialmente distintos. De esta forma, el contexto en que se desarrollan dichos sistemas es parte fundamental del aprendizaje. Si no se tiene cuidado, la comparación se puede apoyar en la idea de la globalización para construir un sistema estandarizado que no sepa apreciar la diversidad y riqueza cultural. [8] Lo que acabaría con las posibilidades de aprendizaje mutuo y así con la razón fundamental que impulsa la educación comparada.
En pocas palabras, la educación comparada es la mejor oportunidad que tenemos para que los diferentes sistemas educativos se alimenten mutuamente. Gracias a la globalización, el internet y la mejora en las conexiones y los desplazamientos en general, actualmente existe una facilidad enorme para llevar adelante metodologías comparativas que alcancen cada rincón del planeta. Por esta razón, la educación comparada debe mantenerse como un sistema abierto e inclusivo con la flexibilidad suficiente como para responder con éxito a la falta de certezas y necesaria creatividad que plantea el siglo XXI. [8]
Referencias
[1] EcuRed, “Educación comparada.” [Online]. Available: https://www.ecured.cu/Educación_comparada. [Accessed: 10-Sep-2020].
[2] W. Cummings, “The Institutions of Education Compare, Compare, Compare!,” Comp. Educ. Rev., vol. 43, no. 4, pp. 413–437, 1999.
[3] R. Koehl, “La educación comparada como estudio comparado de la socialización a lo largo de la vida,” Rev. Educ., no. 260, pp. 86–114, 1979.
[4] E. Unterhalter, “Negative capability? Measuring the unmeasurable in education,” Comp. Educ., vol. 53, no. 1, pp. 1–16, 2017.
[5] U. Teichler, “Comparative higher education: potentials and limits,” High Educ, no. 32, pp. 431–465, 1996.
[6] F. Su and M. Wood, “Reinterpreting teaching excellence,” Int. J. Comp. Educ. Dev., vol. 21, no. 2, pp. 78–82, 2019.
[7] B. Lingard and S. Rawolle, “Globalization and the rescaling of education politics and policy,” in New thinking in comparative education: Honouring Robert Cowen, M. Larsson, Ed. Rotterdam, 2010, pp. 33–52.
[8] W. O. Lee, D. B. Napier, and M. Manzon, “Does context still matter? The dialectics of comparative education,” Asia Pacific J. Educ., vol. 34, no. 2, pp. 139–152, 2014.
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